Vestimenta
Ropas y accesorios
Vestimenta[editar]
El pañuelo de Baturro en Samper[editar]
Las sayas[editar]
Las últimas sayas del Barrio de San Agustín[editar]
Vecinas del Barrio de San Agustín vestidas con sayas.
Las Sayas amarillas[editar]
- Alejandro Abadia París
Madoz, autor del Diccionario Geográfico Estadístico e Histórico, visitó la villa en entre 1845 y 1850 y nos dejó escrita la noticia de que aquí había “ 22 tejedores de lienzo, un batán y dos tintes”. Y que la poblaban 1.628 almas.
¿Qué fabricaban esos veintidós tejedores? Hemos venido investigando documentos, estrujando facturas antiguas, releyendo viejas cartas comerciales enviadas desde aquí a comercios especializados de Zaragoza y preguntado a la gente de donde surge una especialidad : “En Samper eran famosas las sayas amarillas”. Hoy, tan importante es vestir el traje regional en las festividades como reivindicar las prendas que de aquí pudieron salir al mercado. La indumentaria regional no entendía de modas en aquellos años de los siglos XVIII y XIX, donde la clase social determinaba la calidad de la vestimenta y de los complementos, que eran valiosos y variados; y donde tanto se apreciaba un traje de labradora como de gala. Todo dependía de las climatología y de las posibilidades económicas familiares.
Quisimos en su día investigar lo de las sayas amarillas como un producto especializado del batán y de los tintes; el tipo de lana y los paños que aquí se producían –aquí ha habido importantes pañeras- y nos hemos acercado a varias casas a solicitar imágenes de esas sayas.
Y, sí, las sayas que se guardan en Samper centenarias son curiosos los estampados, a veces dibujados, otros a trencilla y otros a telas recortadas, como las que presentamos y que nos gustaría que alguien más entendido nos explicara algo más, porque tiene que haber muchas más sayas antiguas en nuestras casas. Desearíamos más fotografiarais y poder enviar las imágenes a contrastaras a entendidos para ir descubriendo modelos, tejidos, estampados, plantillas… que nos pudieran acercar a esa indsutria local industria, con modelos propios.
Veintidós tejedores, dos tintes y un batán funcionando más doscientos años, pueden darnos mucho producción, estilos y modelos a apreciar.
Teresa Almolda nos regala la vista con otras sayas centenarias que atesora entre los recuerdos de la abuela. Son amarillas, el color que le daba a la lana la “yesca fría”; esa planta que cría espontánea en la tierra baja samperina y que el propio Loscos aconsejaba utilizarla para teñidos de ese color.
Las recetas “losquianas” fueron durante muchos años la guía naturalista de los moradores de esta tierra. Recordar el “contrasusto”, las “mazanicas de manuel”, la “flor del cardo”, la “atucar”…, y a nuestro sabio haciendo de las suyas en la elaboración del queso; enseñando “remoldar” el olivo y buscando la “ruppia”. Hablaremos de todo esto poco a poco. Hoy quedémonos con admirar esta nueva pieza, joya de nuestra indumentaria que, dicen, se teñían en el “tinte” y se bataneaban en el “batan”.
Mucha historia en este villorrio viejo cuyo nombre dedicó a un santo (San Pedro) y el apellido a un pájaro (la calandria).
Fotos samperinos vestimenta antigua[editar]
De Diario[editar]
tío Miguel Clavero[editar]
El tío Miguel Clavero, uno de las últimos abuelos con banda y chaleco que todavía lo vestían en Samper, con cachirulo negro y calzón blanco.
En la faja (banda) se escondía un que seguro era de Sástago y que ahora son auténticas maravillas, ya que las cachas estaban hechas con la margaritifera auricularia del Ebro.
De Mudar[editar]
- Samper de Calanda Postales para el recuerdo
Imagen matrimonio de Samper de Calanda alrededor del año 1900 publicado por Manuel Martín.
- Manuel Martín Mombiela: Son parientes míos; posiblemente una hermana de mi abuela Eusebia Latorre. Yo creía que era un hermano de ella que fue pastor toda su vida y que casó con una que llamábamos “Chamela”. Pero sus descendientes me dijeron que no eran sus padres como yo pensaba y creía que me había contado mi padre. Ya no he conseguido saber quienes son, pero seguro que muy cercanos en parentesco a mi padre o a mi madre. Eso pasa porque de jóvenes no le damos importancia a estas cosas. Hoy ya no queda nadie que los reconozca.
Ella viste de manera rigurosa como se vestía la mujer campesina en la mayor parte de Aragón con el mantón de mas picos del habitual. El ya está en un periodo de transición, con el chaleco encima de la faja, que era más moderno pero no aragonés, y no lleva calzón aunque el pantalón es el que yo llamo, no se si rigurosamente, campero, de españa y el mundo latino, del que surgiría el pantalón "tejano o vaquero". La chaqueta es la tradicional, no la americana, que se impondría en el mundo burgues y parece que el pañuelo (no me gusto lo de "cachirulo", que es un apelativo moderno y "baturrista" aunque lo popularizara el gran don Demetrio Galán Bergua), parece que es de seda, que solo lo usaban para bodas y acontecimientos festivos importantes y la mayoría ni eso.
Militar[editar]
Tomás López Oliver - Haciendo la mili en Africa
Historia de la vestimenta aragonesa[editar]
http://historiapueblos.blogspot.com.es/ sábado, 19 de diciembre de 2009 Historia de Andorra
Las mujeres[editar]
La ropa interior se componía de camisa de cotón blanco, larga hasta la mitad de la pantorrilla. La enagua también era blanca y larga hasta cerca del tobillo; una saya bajera y otra encima, hasta el tobillo de larga; la saya, en la parte derecha, llevaba una abertura. Por dicha abertura metían la mano a un bolsillo de pana o tela muy fuerte. Le llamaban “bolsillo bajero”, en el que llevaban alguna “perra” o algún utensilio que necesitaba. También llevaban un corsé que les ajustaba bastante la cintura y a la parte de arriba llevaban algo de forma para sujetar el pecho. Alrededor llevaba cuatro varillas de acero de un centímetro de ancho y se lo apretaban con una veta que llevaban cruzada a la parte de atrás y otra delante.
Llevaban unas chambras con una puntilla por el cuello y por los puños. Para calzarse, llevaban medias blancas de algodón que se las hacían ellas y zapatos negros con poco tacón y atados con una veta negra que era de estambre.
Los hombres[editar]
Llevaban camisa blanca, algunos de cotón y otros de lienzo. Se las cosían las mujeres. En la pechera llevaban una pala para los ojales y en la otra parte iban los botones. También les hacían unas lorzas haciendo dibujos y en el cuello tan solo una tirilla.
Llevaban calzones cortos hasta la rodilla y a la parte de fuera llevaban una abertura que la cerraban con una veta negra cruzada y con una lazada (ésto a la parte de fuera de la pierna), y a la parte de la cintura eran cerradas sin bragueta, pero a los lados tenían una abertura con doble tela y una veta atada a la cintura y cuando desataban la veta se abría la cintura.
Para calzarse, llevaban unas cabrillas blancas que se las hacían las mujeres y eran de algodón, y alpargatas miñoneras con las suelas de cáñamo y vetas anchas negras.
También llevaban chaleco y chaqueta corta hasta la cintura. Los calzones, el chaleco y la chaqueta eran de pana.
Los niños[editar]
A los niños, cuando se iban solos, les ponían pantalones cortos y abiertos por la culera, y así orinaban cuando querían. Los pantalones llevaban unos tirantes. También llevaban un babero largo para no enseñar la gatera.
El noviazgo[editar]
Los novios “festejaban” solos, sin compañía; sólo las personas de clase social más alta, eran acompañadas por “señoritas de compañía”.
El novio solía entrar en casa de la novia desde el principio del noviazgo, a no ser de que el mozo no fuera del gusto de los padres.
El sitio más habitual para encontrarse era la fuente, donde iban los mozos a esperar a que las chicas fueran a buscar agua.
Los días de fiesta, a las tres de la tarde se iba a buscar a la novia a casa, y se iba a bailar al “trinquete”; cuando se ponía el sol se le acompañaba a casa, ya que cuando “se encendían las luces” era la hora en que había que estar en casa; los novios se iban entonces con los amigos, y después de cenar se festejaba otro rato en casa de la novia.
Hasta que no cumplían los catorce años, no permitían a las chicas la entrada al baile. Esta edad se incrementó con los años hasta los dieciocho; a principio de año se llevaba al baile la lista de las que ya tenían la edad para poder entrar, y la norma era cumplida con rigurosidad; si alguna vez se colaba alguna que no tenía la edad, les podían multar al local de baile.
Además del trinquete estaba el teatro del zapatero (el de los jaboneros) y el Almudín (el de los labradores).
Se rondaba a las novias en fechas especiales, como cuando tallaban a los mozos para ir a la “mili”; a veces era el tió Casero quien salía a rondar, y antes de cantar preguntaba: “esta para quien; para novia, para prima o para hermana”. También solía ser el tió Casero el que salía a rondar cuando salían los quintos.
Los mozos colgaban calabazas en las puertas de las chicas que les habían rechazado o que no habían querido bailar.
No se ponían reparos a que los viudos volviesen a casarse; no obstante, se les hacían las llamadas “cencerradas” o “esquiladas”, que consistían en ir en una especie de procesión, con “botos” encendidos, tocando esquilos y, a veces, llevando música. En una ocasión se preparó un carro en la puerta de la Iglesia y, cuando salieron los novios, los montaron en el carro y los pasearon por todo el pueblo. Después de la guerra civil ya no se volvió a realizar ninguna “cencerrada”.
Las bodas[editar]
A veces se hacían “ajustes” entre los padres de los novios, y si no había acuerdo, no se realizaba la boda.
La novia aportaba al matrimonio todo lo de la casa. El novio aportaba: manta, anguarina, media docena de camisas, otra media de calzoncillos, piales, jada y jadilla; en alguna ocasión, y si los padres del novio eran algo pudientes, el novio aportaba algún mueble, como una cama o un colchón, pero ésto no solía ser lo habitual.
La dote que aportaba la novia dependía de las posibilidades de los padres; se intentaba que, en el caso de que hubiera varias hermanas, recibieran todas lo mismo; como dote se daban cosas como algunas ovejas, un carro lleno de trigo, llegando a darse en alguna ocasión un “mas”.
Joaquina Rudilla Valero recuerda que cuando se casó, en 1.917, recibió de dote: una cama de hierro nueva (comprada en Alcorisa), dos colchones de lana que le dio su madre, un cahíz de trigo, seis sábanas, una toalla de hilo y tres “juadas” de tierra en el “Saso”; además ella se compró una canasta llena de vajilla donde había, aunque usado, un poco de todo: platos, fuentes, pucheros, cazuelas, seis cucharas y un cuchillo; también compró seis sillas (a 4 ptas.), una artesa y una mesa.
Los regalos de boda solían ser cosas para casa: una capaza de harina, un cántaro de aceite, una clocada de pollos, etc.
Aunque las bodas se producían a lo largo de todo el año, eran más habituales a principios de verano, tras la siega y la trilla, ya que así el novio todavía contribuía en el trabajo, además de que se contaba con el dinero de la cosecha; solían celebrarse en jueves o en sábado. La hora solía ser muy temprana, incluso antes de las ocho de la mañana; en el caso de que la novia se casara embarazada, que, aunque no muchos, algún caso había, la boda se realizaba todavía más pronto, sobre las cinco de la mañana. Los viudos que se casaban de nuevo lo hacían al anochecer.
Las novias se casaban con mantón, y los novios con trajes de pana de color negro.
Los embarazos[editar]
Las embarazadas no tenían unos cuidados especiales durante el embarazo, debiendo seguir realizando todo tipo de trabajos, tanto caseros como del campo. Tampoco había un seguimiento por parte del médico. Cuando había molestias o desarreglos se solucionaban con soluciones caseras, como la “hierba bancera”.
Para asistir a los partos había comadrón. Hace unos 60 años cobraba 25 ptas. por asistir al parto. En el caso de estar viviendo en algún mas alejado del pueblo, nadie asistía al parto, y se tenía que solucionar todo entre la mujer y el marido. Los médicos no asistían a los partos hasta tiempos relativamente recientes.
El primer preparativo, cuando empezaban las contracciones, era poner agua a hervir; este agua se empleaba para lavar al recién nacido; tanto el lavado, como el corte del cordón umbilical lo hacían las personas allegadas (familiares o vecinas) que estaban presentes en el parto.
Para acelerar el parto se le suministraba a la madre un vaso de agua con canela.
No había ninguna atención especial para la madre tras el parto; tan sólo se les lavaba; no se les cosía ni se les desinfectaba; no es de extrañar, pues, de que si ocurría algún percance, como una simple hemorragia, en numerosas ocasiones llegara a morir la madre, ni de que a partir del parto, se arrastraran desarreglos para toda la vida.
Se mataba la gallina más gorda para hacer caldo para la madre después del alumbramiento. Éste era el único trato especial. Este caldo era conocido con el nombre de “presa”. A las madres no se les daba nada de comer hasta que habían dado el pecho al niño.
Después del parto se incorporaba a la vida habitual. Las visitas las recibían nada más dar a luz.
Los bautizos[editar]
La comadrona llevaba al niño a bautizarlo, como muy tarde a los tres días de haber nacido. Había un dicho que decía que los niños llevaban una serpiente enrollada al cuello, y no se les iba hasta que no se le bautizaba. La madre no asistía al bautizo.
La ropa que se empleaba para bautizar al niño era: camisa, pañales, faja y faldón; el faldón solía regalarlo la abuela, y era habitual que fuera pasando de un hermano a otro; la vela la llevaba la madrina (a la que a veces se le llamaba padrina), y se quedaba en la iglesia. La madrina contraía la obligación de hacerse cargo del niño en caso de que faltaran los padres, incluso por encima de familiares directos. Sólo había madrina, apareciendo la figura del padrino hacia los años 50.
No había un día ni una hora determinados para la celebración del bautizo. Se invitaba a chocolate solo a “los de casa”, es decir, a los familiares mas allegados.
En el trayecto de casa a la iglesia o al volver, los niños cantaban trayecto de casa a la iglesia o al volver, los niños cantaban: Bautizo cagau, a mí no me han dau si cojo a la chica (o al chiquillo) la tiro al tejau.
No cesaban de cantar esto hasta que algún familiar les tiraba caramelos, peladillas u otras golosinas que para tal efecto se había preparado previamente.
A eso de los ocho días de haber dado a luz, la madre presentaba el niño a la Iglesia, siendo la primera salida de casa que hacía después de dar a luz; llevaba una vela y se quedaba en la entrada de la Iglesia. El sacerdote iba hasta donde estaba la madre cuando terminaba la misa y allí se hacía algún tipo de rito. A continuación la madre, con el niño en brazos y con la vela, se cogía del cíngulo del cura y juntos iban hasta el altar donde el sacerdote bendecía y la madre y al niño. Después se solía preparar en casa chocolate con “raspau”.
Las Primeras Comuniones[editar]
El día que se hacían las Primeras Comuniones había procesión al finalizar la misa; una de las niñas (la que había quedado la primera en el catecismo) era la portadora del pendón que encabezaba la procesión, ayudada por otras dos (las que habían quedado en segundo y tercer lugar) que cogían los cordones. También se llevaba un paso entre cuatro niñas. Las niñas debían ir todas vestidas de blanco, pero como no todo el mundo se podía permitir el lujo de traje nuevo para ese día, el cura permitía que fueran con vestidos de otro color; en la cabeza llevaban velo, y el traje se complementaba con un libro blanco y un rosario.
En casa no había una celebración especial; tan solo una comida algo más notable que el resto de los días, y sin invitados. Por la tarde se les hacía una merienda a los que habían comulgado, todos juntos. A principio de los años 40, se celebraban de forma muy sencilla. Primero se llevaba a cabo la confesión, y después una misa con todos los niños en el altar.
Es esta época las niñas ya se vestían de blanco y portaban también un libro blanco y el rosario de color blanco también. No se hacían grandes fiestas, ni comidas con toda la familia como ahora.